LOS MILITARES EN ÉPOCA DE PAZ

Aún estando en medio de grandes carencias y enormes necesidades, quizás producto de la gran pobreza de dirigentes de nivel, abundantes en nuestro espectro político, es que llegamos hasta donde hoy nos encontramos. Sin embargo, el mundo sigue andando y no podemos detenernos en tecnicismos. Hay temas realmente importantísimos que no deben ser más postergados, por ningún motivo. Y la violencia es uno de ellos.

Vamos a ser realistas, de un modo u otro, siempre existió la delincuencia. Sin embargo durante el período de la última dictadura, esta fue brutalmente reprimida. Como cuenta la gente mayor, en pleno verano, se podía dormir tranquilamente afuera, en el corredor, sin que nadie, estando en sus cabales, se atreviera a tocar lo que no es suyo. Muchos extrañan aquel tiempo, solo por esto mismo.


Era tanto el temor a ser atrapado por la policía, que los hampones evitaban cualquier tipo de problemas con ella. La broma que corría como reguero de pólvora, por aquella época, es que era el propio gobierno quien no aceptaba la sana competencia. Luego del golpe del 89, todo se relajó. Sin embargo, la violencia que existía hace unos 20 años atrás, es muy diferente a la que padecemos hoy, en la actualidad.

Ya que la del presente, es mucho más sádica, osada, y no reconoce límites, ni respeta códigos. La delincuencia y los grupos mafiosos se enseñorean por todo el país, sin que nadie les ponga el más mínimo freno. Y cuando parece que se lo consigue, la misma Justicia, por medio de algunos encumbrados funcionarios, se encarga de dejar todo en fojas cero.

Ha llegado la hora de replantearnos cuál es el papel de nuestras Fuerzas Armadas, dentro de este nuevo contexto de paz que propone el Mercosur, y en el que tampoco se avizoran, por lo pronto, graves tensiones con cualquiera de nuestros vecinos. Se debe atender que frente a la potencia bélica de aquellos dos países tan próximos y poderosos, Paraguay se encuentra prácticamente indefenso.

Su única protección es el Tratado de Asunción, que estipula que, cualquier acción bélica protagonizada por cualquiera de los integrantes del Mercosur, hacia otro de los socios, conlleva tácitamente, a su inmediata expulsión. Por lo tanto, no habiendo  peligro de invasión, de ningún eventual enemigo, sumar a nuestras FFAA., como un valioso recurso en la lucha contra la violenta ola de inseguridad que nos sacude diariamente. 

Esta interesante alternativa daría pie para reorganizar totalmente a nuestras fuerzas armadas y transformarlas en un grupo de choque de alta profesionalidad, sin tanta burocracia, con una oficialidad no tan sobre dimensionada, dotándola de los elementos necesarios, acorde a los tiempos que vivimos y sueldos más dignos para los cuadros jerárquicos inferiores.

Eliminar de una vez por todas, el desagradable y muy poco efectivo Servicio Militar Obligatorio y convertirlo únicamente en voluntario, ya que Paraguay es uno de los últimos países que todavía lo conserva. En la actualidad, esto es una cosa inútil, ya que muy poco le aporta a nuestras fuerzas armadas y su presupuesto es demasiado pesado para la Nación.

En las actuales condiciones socio-económicas del país, el ciudadano, prefiere obtener y mantener un trabajo estable, para poder así, cooperar con todos los gastos de la familia, antes que perder el tiempo, pintando la casa del capitán o siendo chofer de la señora del coronel. Después de Malvinas y la Guerra del Golfo, muchos de los conceptos de la vieja escuela de guerra ya han quedado totalmente obsoletos.

Por lo que se impone un cuerpo mucho más pequeño, pero altamente profesionalizado y súper eficiente. Sería una fuerza racionalizada, pero a su vez potenciada con todos los nuevos elementos que la tecnología de punta pueda proporcionarnos y adaptarlas a la nueva realidad que nos toca vivir.

Y la realidad es que vivimos en un marco de total inseguridad y la población civil ve, todos los días, que nuestra Policía Nacional no puede, por el momento, garantizarnos una solución a corto plazo a nuestros problemas. En la situación actual, la marginalidad ha superado totalmente en número, medios, técnica y logística a los uniformados.

Viendo esto, la ciudadanía, temerosa de salir a la calle y ser vilmente asaltada, siente la necesidad que las autoridades tomen las riendas del caso. Para que de una buena vez por todas, los militares encaren una misión que no le ha sido encomendada, por la Constitución Nacional, pero que es necesario que haya una revisión urgente a este respecto, dadas las actuales circunstancias.

Desde ya que se impone un cierto momento para reflexionar y replantear hasta donde llegarían las nuevas funciones de uno y otro estamento de seguridad. Los marginales ya no solo no le temen a la policía, si no que le han perdido el respeto. 

De ahí, los altos índices de muertos que registran las fuerzas policiales. Es la ventaja que tienen a su favor los militares, que apenas son divisados, con sus típicas ropas de fajina, ya infunden cierto temor. Aún entre la gente  que no tiene nada que esconder.

Si bien nunca policía y militar se llevaron bien, es necesario que esto se revierta y dejen de lado sus disputas y rencillas domésticas sin importancia y ambas fuerzas combatan al mismo enemigo común, pero en diferentes niveles. Los roles serían asignado por el Poder Ejecutivo. De una manera u otra, la falta de personal policial quedaría compensada con el concurso de los militares.

La idea básica sería utilizar a estos como un primer anillo, a modo de fuerza de intimidación e inmovilización y ataque en caso de ser agredidos. Mientras que la policía se encargaría de los correspondientes arrestos y demás trámites legales que esta operación conlleva. 

Sería una manera inteligente de usar una fuerza hoy ociosa, pero muy poderosa, dándoles un papel vital, en una nueva modalidad de lucha y permitiéndole a los militares integrarse plenamente a una sociedad que aún tiene recelos de ellos y dándole la oportunidad de reverdecer viejos laureles marchitos.