PRIMERO EL TRABAJO, Y LUEGO LO DEMÁS

Si hay algo para reclamarle a la mayoría de las gestiones municipales de Ciudad del Este, que hemos soportado desde el mismo momento de su creación, hasta la fecha, es que siempre se desentendieron o lo que es lo mismo, nunca se preocuparon en crear las condiciones necesarias para darle a la población local fuentes de trabajo. 
Por desgracia para los habitantes de nuestra ciudad, antes llamada Presidente Stroessner, las gestiones fueron sucediendo y los problemas solo pasando de intendente a intendente como si fuera “pelota tata”. Esta negligente herencia jamás asumida por ningún funcionario del ejecutivo comunal es una asignatura pendiente de todos los que asumieron el cargo y los que vendrán.

A esta ciudad la hicieron crecer a pulmón, la iniciativa privada, siendo el ejecutivo un mero espectador. Y tal es así que no hay que ser un genio para darse cuenta, al recorrer sus calles céntricas, trazadas sin un sentido de futuro, generalmente improvisando y no siempre respetando las mismas ordenanzas, decretos y edictos por ellos mismos dictados.

Hoy en día, la gente joven no sabe, que hay muchas calles céntricas que resultan muy estrechas, por el simple avance de algunos frentistas muy poderosos de aquella época y encaramados en el poder, al que no se le podía decir ni “mu”. Total, el ejecutivo comunal, amigo de todos ellos, siempre terminaba por mirar a otro lado y convalidar ese atropello a toda la comunidad.

Ese crecimiento a lo “Chaco”, impidió que los actuales esteños gocen de una verdadera urbe organizada como Foz o Puerto Iguazú, sin ir más lejos. Es por eso que Ciudad del Este no cuenta con los servicios básicos con que debería tener un núcleo urbano que  pretenda ser llamado ciudad.

Parece ser, pero no lo es. Por lo pronto no tiene ni numeración coherente ni veredas estándar en todo el ejido urbano. Aunque sería mejor decir que casi no tiene definitivamente veredas. Y cuando la tiene, se encuentra rota u ocupada por “mesiteros” maleducados que creen que dicho camino es de  “su” propiedad, sin importarles lo que piensen los demás.

No cuenta con una red cloacal ni pluvial. No existe una red de bocas de incendio, al menos en el micro y macro centro. Y por supuesto no cuenta con una planta de tratamiento de residuos cloacales. Carece de una planta de residuos orgánicos y hospitalarios, pero si existen innumerables vertederos y cloacas a cielo abierto. Tenemos a un paso el octavo río del mundo, por longitud y por caudal y la ciudad sufre la falta de agua, por simple desidia municipal.

A medida que la población fue creciendo y que nuestro país se fue empobreciendo, el tema de la seguridad desbordó a una policía mal preparada y peor pagada. Lo mismo sucedió con el caótico tránsito urbano. Con la apertura de los autos usados de Iquique, los famosos “chileré”, fue posible comprar un vehículo usado a un precio más o menos razonable, entendiendo que las concesionarias oficiales venden el mismo producto al doble. Con esto, las estrechas arterias de nuestra ciudad colapsaron consiguiendo tener la hora pico más larga del mundo: de 7 a 17 horas.

Ese cuello de botella nunca fue preocupación de las autoridades comunales, al menos no encajaba en sus prioridades. Eso no da votos, solo salida de dinero que puede ser mejor utilizado en la campaña política. 

El transporte de pasajeros, es otro cáncer de nuestra ciudad, en donde los “empresarios” no solo no renuevan sus unidades, si no que ni las lavan, que es mucho peor. Los fiscales pareciera que reciben algo bajo la mesa, ya que uno que otro son detenidos, pero las líneas siguen firmes como rulo de estatua, a pesar de no contar ni con la mitad de los requisitos necesarios para circular.

Pero volviendo al tema principal, decía que la verdadera batuta que marcó el ritmo del crecimiento edilicio y urbano siempre fue la iniciativa privada y los verdaderos pioneros, que aún sobreviven, son los mejores testigos de las palabras aquí dichas. Es más, todos hemos contribuido a sacarle el jugo a Ciudad del Este. Desde el gobierno central, pasando por los inescrupulosos funcionarios enviados desde Asunción, que hacían sus fortunas aquí y la depositaban allá, como todas sus inversiones. Más de veinte barrios asuncenos fueron construidos con el dinero esteño.

Estamos nuevamente en época de elecciones y los buitres carroñeros han salido de sus nidos y vuelan sobre el cielo de nuestra ciudad. Casi todos son “escombros”, “reciclados”, “zombies políticos”, perdedores de mil batallas y que no han movido un solo dedo por esta ciudad, pero están nuevamente ahí, aguzando su vista a la espera que, en un corto vuelo, pueda alzarse con algo de carroña, que los buitres más grandes les permitan llevar.

Entregar limosnas a los habitantes más necesitados y sin recursos económicos, es una forma humillante de tratar a un semejante, ya que les quita lo último que un ser humano puede llegar a perder: su dignidad. Proclamarse a sí mismos como grandes mecenas de la ciudad, es un golpe demasiado bajo, especialmente cuando el dinero repartido, en los diferentes barrios, le pertenece al erario público, y por lo tanto no es suyo. Es muy fácil ser bueno con el dinero ajeno.

Darle una limosna a la gente con carencias no soluciona el problema de fondo, solo es un simple parche para el “ya ahora”, porque cuando ese dinero se agote, los problemas aún continuaran. Una persona sin trabajo es como un muerto en vida. No puede sustentarse y mucho menos a su familia. La depresión y la angustia lo invadirán tanto como los malos pensamientos, que siempre son pésimos consejeros.

El próximo intendente deberá romper este maldito círculo vicioso proporcionándole trabajo a los que no lo tienen. Devolverles la sonrisa a aquellos que la perdieron y recuperar su auto estima. El trabajo dignifica y permite desenvolverse sin avergonzarse ante sus semejantes. Deberá darles cañas de pescar a los esteños, en vez de pescados.

Que sea trabajo generado por captación de inversiones y no por acumulación de personal en las distintas dependencias municipales. Lo que la gente quiere es sentirse útil y de provecho para sí, para sus familias y para la comunidad. Solo se necesita un poco de coraje político para crear los puestos de trabajo necesarios y así devolvernos a todos, la sonrisa perdida. Con esto, los demás males que nuestra sociedad acarrea, se reducirán a niveles, mucho más que razonables.