Enrique Vargas Peña (foto de )
Estar en Israel obliga, a cualquier persona mínimamente pensante a refexionar sobre la guerra; la guerra es una situación cotidiana en Israel, es una presencia permanente: Ayer, 4 de setiembre, mientras todos trataban de ir recuperando una cierta normalidad al abrigo de la tregua en Gaza, los Altos del Golán fueron atacados desde Siria y las alarmas de esa zona volvieron a escucharse.
Creo que el principal efecto y horror de la guerra, de cualquier guerra, de toda guerra, es la desaparición del individuo.
En la guerra, las personas como tales quedan a merced de fuerzas que no controlan, el poder de su propio Estado o la capacidad del enemigo para amenazar sus vidas y sus bienes.
Lo anterior me lleva a la idea de que, justamente por ser tan tremendo el efecto de la guerra, aunque obviamente no sólo por eso, los individuos tenemos derecho a que el Estado actue exclusivamente en base al interés general y a ningún otro, pues los individuos podríamos razonablemente aceptar sacrificarnos por ese interés general con legitimidad.
Pero lo que ocurre cuando el Estado es secuestrado por algún interés particular e impone el espantoso sacrificio de la individualidad o la vida para promocionar o sostener ese interés particular puede ser equiparado sin mucha dificultad con algua especie de asesinato colectivo que, como cualquier otro acto de barbarie, carece por completo de legitimidad o justificación acepable.
Esta discusión hace parte del debate público en Israel porque la organización religiosa Hamas secuestró el gobierno en la Franja de Gaza después de haber ganado unas elecciones que simplemene consideraron un asalto al poder por otros medios (como Hitler en Alemania o Mohamed Morsi en Egipto), estableciendo una dictadura que impone la guerra por motivos religiosos, “por voluntad de dios”.
Pero no solamente por Hamas, no sólo por analizar al enemigo, se discute esto en Israel, sino también porque dentro de la sociedad israelí hay sectores que por la misma razón, “la voluntad de dios”, buscan desconocer los derechos de los palestinos a un territorio y a una identidad nacional.
Es lo que estuve comentando ayer en las entradas que tuve en @radio970AM durante los programas que conduce mi compañero Carlos Gomez Ferreira (@carlosgomezpy), Tierra de Nadie y Tarde de Perros.
Israel es hoy una democracia, pero no porque sus sectores religiosos estimen la democracia, sino porque el Estado de Israel no fue fundado ni diseñado por religiosos.
El punto está en que los sectores laicos de Israel logren mantener el principio de que nadie debe imponer sus creencias para negar a otros el ejercicio de sus derechos, pues apenas pierdan la vigencia de ese principio de racionalidad, verán a su Estado convertido en una teocracia lista para la guerra santa, tal como lo están los religiosos musulmanes.